sábado, 19 de enero de 2008

maldita sea la poesía*


con Eladio Orta (Moguer,1994)


"He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos"
Allen Ginsberg

Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
desterrados, desheredados,
ocultos en el fondo de los bares,
y he visto sus miradas
como versos trepidantes
cabalgar hacia el final de la noche,
y he visto su ternura descuartizada
por la abundancia de quienes les temen
y en su miedo los hacen grandes.
He visto en la bondad de sus gestos
la rebeldía de un mundo
que no necesita orden ni ley para ser justo,
la testaruda razón de quienes a la vida responden con la vida misma.
Yo he visto
una canción que no tenía letra ni remite,
y ellos la entendieron.
Les he visto levantarse
contra los versos exquisitos y subalternos,
les he visto encadenarse a las excavadoras
para frenar la destrucción de su tierra,
de su conciencia,
y nadie los invitó a los palacios de Doñana
y mucho menos a editar poemas
bajo el sello hipócrita
de quienes lavándose la cara
ensucian el mundo.
He visto como se engañaban para seguir perdiendo en un círculo de ganadores,
como alacranes en mitad de un fuego
que desintegra y reduce
la inteligencia y el miedo.
Y por todo ello han sido procesados,
sentenciados, condenados,
abocados a la indigencia laboral
y clandestinidad de la palabra.
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
romper los versos a conciencia,
Eladio Orta:
"porque bien ya otros lo hacen
y no ha ocurrido nada"
.
En su profunda voluntad de cambio,
con sus contradicciones,
en su maldita y genial resistencia
frente al pensamiento único,
he visto a los poetas de mi generación perder sus mejores oportunidades,
y no ha pasado nada,
pues nada hay más digno
que ser consecuente y efímero
en todo momento y verso
esa maldita poesía que nos hace libres
frente a la tradición.

*(1994)

jueves, 17 de enero de 2008

canadá dry










Paris 8 de septiembre de 2006


"Sé que me acordaré de un cielo raso
donde las manchas de humedad eran un gato, un número, una mano cortada"

Julio Cortázar

miércoles, 16 de enero de 2008

los impostores

El olvido es la madrugada donde el miedo les hace fuertes
son como amantes inexpertos despidiéndose una y otra vez
sin terminar de pronunciar nunca el definitivo adiós.
Los impostores conocen todas las entradas y salidas de los sueños
todos los rodeos que hay que dar para llegar antes a ninguna parte.
Los impostores se suceden uno tras otro
confundidos entre la niebla y el amor ciego
son el ir y venir de una misma cosa
el plazo de una deuda que no se paga.
Ellos trazan las fronteras de países imaginarios
y juegan a conquistarlos desafiando al miedo.
Son audaces ante la adversidad
y pálidos bajo el fuego.
Ellos siempre andan pisándose los talones
en su loca carrera por no ser advertidos.
Frente a la verdad son invisibles
mudos frente al silencio.
Los impostores nunca tienen el mismo rostro
ni usan palabras que los delaten,
emboscados en sus viejas gabardinas
los impostores pasean al acecho bajo la lluvia.
Dicen venir de lejos
pero son siempre del mismo lugar
sus huellas no perduran
sus manos frías cambian de color
cuando alguien las estrecha.
Los impostores habitan el amor
como se habita una casa vacía,
mienten para sobrevivir
y viven con la incertidumbre atada al cuello.
Los impostores nos engañan con su certeza transparente
nos conducen sin tregua ni descanso
al lugar de siempre.
Los impostores somos nosotros
cuando cerramos los ojos
ante el amor que duele.

martes, 15 de enero de 2008

no existe biografía para este autor



Barcelona, verano de 1987

Raúl no lloraba. La voz se le quebraba, los ojos se le humedecían pero nunca le vi derramar más gotas que las gotas de güisqui sobre su amigo muerto. La única vez que vi llorar a Raúl fue por una puta. Tenía las muñecas abiertas y andaba en calzoncillos deambulando de un lado a otro de la casa, como un alma en pena, decorando con su propia sangre las paredes y el suelo de aquel macabro apartamento, repleto de botellas vacías de vino barato y ropa sucia esparcida por el suelo, en el barrio del Clot de Barcelona, donde Alfons Cervera y yo habíamos llegado desde Valencia, conduciendo toda la noche junto a Isabel y Menchu, para llevarlo al Hospital de San Pablo, sin saber si al llegar nos lo encontraríamos con vida o sólo un cadáver.
Pero Raúl todavía vivía, vivía y lloraba porque se había enamorado de aquella yonqui llamada Mari que le había dejado sin un puto duro y ahora le abandonaba de nuevo en brazos de su chulo.

Valencia 27 de diciembre de 1991


Me cito con Raúl en Cavallers de Neu, la barra en donde año tras año le serví todo el güisqui que era capaz de beber mientras me hablaba de fútbol, mujeres y novelas de serie negra, sus conversaciones favoritas. Es mi primer viaje a Valencia desde que hace cuatro meses me fui a vivir a Huelva. Raúl me confiesa que esa misma mañana le han diagnosticado como seropositivo. No hay desasosiego ni desesperación en su relato, apenas una insondable tristeza en la mirada, y un liviano rastro sobre el puente que tanto gusta cruzar, el que conduce del sarcasmo a la ternura y viceversa. Repasa su vida sin derramar una sola gota. Me pide que escribamos un poema a medias, mientras dilapidamos todo el alcohol que nos sea posible. Me confiesa que le hubiera gustado casarse, formar una familia y ser padre. No puedo evitar recordar a su propio personaje, Sinatra. Me dice que apenas conserva fotografías suyas y que le gustaría hacerlas esa misma noche. Marga nos acompaña y trae consigo una cámara de fotos con la que tomamos varias instantáneas ya muy ebrios, donde queda congelado para siempre ese momento de magia y dolor. Marga es el ángel que se ve al fondo de la fotografía. El título del poema lo elige Raúl, una cita de Shakespeare, “El pasado es un prólogo”. El resto es sólo historia.










Huelva, mayo de 1996

Raúl ha muerto. Nadie me llama para comunicarme el fatal desenlace. No hay amigos ni lágrimas al otro lado del teléfono. Lo leo por casualidad en las necrológicas de El País. Una escueta y emotiva nota de Adolf Beltrán y ya. Raúl Núñez, el autor de Sinatra ha muerto. Fue la madrugada del 7 al 8 de mayo. Debió morir al amanecer, la hora de recogerse, la hora de regresar a casa.
Yo también lo hago, vuelvo a casa de madrugada, donde intento reconstruir todo cuanto permanece disperso y perdido entre cajas sin abrir y libros cerrados. Todo cuanto he dejado morir antes que me matara, poniendo tierra por medio, exactamente setecientos setenta kilómetros, los que separan las ciudades de Huelva y Valencia, la misma distancia entre dos puertas que se cierran y se abren para seguir viviendo.
Sus cartas, su poemas dedicados, las fotos para una despedida, su voz en las grabaciones para Radio Klara, la montura de gafas restaurada una y mil veces a base de esparadrapo, su destartalada sonrisa, el acento porteño que nunca le abandonó, las tardes convertidas en madrugadas, día tras día, a base de alcohol y más alcohol, todo - como el dinosaurio de Augusto Monterroso - todo sigue ahí.
Raúl parecía venir de lejos pero en realidad no venía de ninguna parte, o tal vez venía de todas o de cualquiera, qué más da, quizá saltó de algún libro y se coló entre nosotros, parecía que hubiera estado siempre ahí, en la barra del bar, se dejaba llevar por una misteriosa voz interior y se apagaba lentamente en su propia deriva. De alguna manera todo se apaga y sólo el resplandor de los días compartidos es cuanto alcanzamos a recordar, lo único que brilla.

Ciudad de México, noviembre de 2006

La cita con la periodista Hilda Saray es a las once de la noche en la sede de Radio Educación en Ciudad de México. Mi interlocutora, Nora Hernández me acompaña y haciendo tiempo, mientras esperamos frente al estudio, le hablo de Raúl Núñez. Trato de explicarle quién y cómo era ese argentino de las Ramblas, cómo había aparecido en mi vida. Hace años que no hablo de él y ahora, a diez años de su muerte, lo hago apasionadamente y sin medida, como si al hacerlo recuperara todas aquellas páginas que se quedan en blanco cuando alguien que aprecias desaparece sin dejar ni rastro. Le hablo de su advocación por los beatniks, de Kerouac, Burroughs, Ginsberg, de Cassidy y de la relación de estos con México. Llevo casi media hora hablando de Raúl cuando Hilda me interrumpe para decirnos que ya podemos pasar al estudio. Antes de sentarnos me presenta al técnico de grabación. “Uberto te presento a nuestro técnico... Raúl Núñez”.

Gijón, mayo de 2007

Estoy sentado junto a David González en un bar de Cimadevilla, el casco antiguo de Gijón. Con David siempre que nos vemos acabamos hablando irremediablemente de Raúl Núñez. Parece como si al hacerlo le devolviéramos ese brillo que tienen las personas cuando después de muertas son invocadas, como si al hablar de ellas las conjuráramos contra el olvido. Hablamos de la obra de Raúl, de lo difícil que resulta hoy encontrar cualquiera de sus libros. Le hablo del proyecto para reeditar su poesía completa y de los pasos que estamos dando para que Alfons Cervera, que guarda los libros, y los editores de Baile del Sol, Ángeles y Tito, se pongan en contacto y por fin ese libro pueda ver la luz y así devolver el nombre de Raúl a los anaqueles de las librerías. David insiste entonces en llevarme a un lugar mítico para él, la librería Paradiso. donde compró sus primeros libros y a donde acude puntualmente para alimentar el mono de la poesía. Entramos, y me voy directamente al rincón de los libros de segunda mano. Como si llevara allí años acechando, desde la tercera estantería salta a mi vista “Derrama whisky sobre tu amigo muerto” la edición de Star Books de 1978 que me increpa y consigue encender el misterio de toda casualidad. David aunque ya posee un ejemplar de la novela lo compra como quien adquiere una preciosa joya que habrá de atesorar contra el tiempo, el resto de sus días.

Internet junio de 2007

Entro en internet buscando algún rastro de mi amigo muerto. Al fin y al cabo y pese a su vocación maldita la obra de Raúl, aunque ahora descatalogada, figuró en los catálogos de la editoriales más prestigiosas de este país y dos de sus novelas fueron llevadas a la gran pantalla por reconocidos directores. Para mi sorpresa apenas existen registros sobre Raúl Núñez pero lo que más sorprende e inquieta es la referencia con la cual una de estas grandes editoras se refiere a Raúl: “No existe biografía para este autor”. Como si el tiempo se lo hubiera tragado para siempre, así de simple. Es el epitafio más cruel o genial que se le pueda brindar, según se mire, a quien supo situarse fuera y más allá del circo literario en el que han convertido esta extraña perseverancia del ser humano por contar historias, su propia historia, esa misma que llamamos literatura.

el pasado es un prólogo


Café Cavallers de Neu, Valencia 27 de diciembre de 1991


EL PASADO ES UN PRÓLOGO

Si así lo fue, se supo en la taberna,
eran pocos y nunca lo negaron
pero blasfemaron y oraron al mismo
tiempo que se rascaban los pelos del pubis
invadidos por sectas de hongos desconocidos.
Si así lo fue, se supo en la taberna
eran pocos y no guardaron silencio,
derramaron el güisqui y la miseria
y ganaron por la mano
el mejor de los destinos.
Hasta que el último, casi invisible, hombre
que bebía su aguardiente de la mujer a quién
amaba,
se compadeció, sobre todas las cosas,
de los seres, los planetas y los Dioses - Del
alma impía del hombre y de sí mismo.
Y oró, con infinita humanidad, a una
foto amarilla que mostraba, simplemente,
una foto de bodas en la pared.

Bebido y escrito 27.12.91

Raúl Núñez & Uberto Stabile

la muerte menos temida












"por el corazón se conoce la verdad, en el corazón reposa la verdad"
(hrdayena hi satyam jânati... BU III, 9, 23)


Conozco a Mª Teresa desde que tengo uso de razón, incluso antes, mucho antes. Ella es mi madre, es decir, me dió el corazón, la vida. Pero creo conocerla algo mejor desde que mi padre murió el trece de febrero de 1998. A él y sólo a él le debemos el amor que mi madre transmite en estas páginas, en su propia vida y en su manera de concebir el mundo como una cadena de amor que no se extingue ni siquiera con la muerte. De ella heredé al mismo tiempo un elevado concepto del ser humano y la creencia de que la vida es siempre, ante todo, un don único que nos convierte en esa puerta existente entre lo cósmico y lo divino, en la conciencia que hace real el universo. De ella también heredé mucho más tarde un libro de William Somerset Maugham, "El filo de la navaja", que como todas las primeras lecturas, me conduciría a nuevos libros, a libros que jamás hubiera leído ni conocido, como las Upanisads, el libro sagrado de los vedas.

Me resulta tan difícl hablar de mi propia madre como agradable resulta dilatar la memoria o detener el tiempo cuando no se posee. Me regaló libros y le oí hablar alguna que otra vez de Pablo Neruda, Ghandi, Juan Ramón Jiménez, W.S.Maugham, García Márquez, etc., pero ignoraba que en su interior anidara el duende de la creación, la intención de proponer su propia lectura de la vida. Lejos de cualquier pretensión literaria -nunca la ha tenido-, los epigramas o reflexiones que realiza en este pequeño libro, son el ejercicio intelectual de una mujer que no se resigna simplemente a ser madre, hija o esposa, de una mujer que ante todo es un corazón que comprende y se interroga ante la realidad que le ha tocado vivir.

Mª Teresa inició, como yo más tarde, (esto si que es tradición) estudios que nunca terminó de Medicina y Filosofía y Letras, pero más allá de la anécdota persiste esa voluntad de conocer, de saber, de comprender, ese espíritu inquieto, que a mi, a mis hermanos y a cuantos la conocen nos ha dado tanta vida y amor a la vida. Aunque no le gusten las revoluciones, ella es, - siempre lo ha sido-, una revolución. Creo que toda persona que se propone intervenir, transformar y comprender la realidad en busca de un concepto más justo de la misma, es revolucionaria, lo quiera o no. Su optimismo inteligente, su filosofía positiva de la vida, su bondad intelectual y sencillez en el trato, no dejan de estar presentes en estas páginas que ahora presento. Y a pesar de no coincidir con ella en esas fortuitas y maravillosas contradicciones que nos hacen diferentes, ambos sabemos que la verdad reposa en el corazón.

Yo, en particular, soy de los que piensa que con el corazón también se piensa, de los que no da nada por perdido, de quienes afirman que los sueños son peligrosos pero más peligroso es vivir sin sueños. Y creo que lo soy y lo digo en buena parte por haber sido educado en ese espíritu luchador, inconformista y enamoradizo que tanto mi madre como mi padre me supieron transmitir.

Quiero advertir al lector, que esta edición es fruto de la insistencia y voluntad de sus hijos por ver publicados estos pequeños retazos del corazón de Mª Teresa. Ella nunca lo habría hecho. No lo necesita. Su vida interior es tan rica y precisa que no necesita el reconocimiento ni la crítica de quienes ahora nos atrevemos a desvelar su particular esencia del tiempo, del amor, del dolor y la ternura. Algo que ella, exquisitamente, siempre ha sabido preservar para quienes ama y la amamos.

Sé que algunas reflexiones transcritas en estas páginas puedan parecer contradictorias con todo cuanto he intentado expresar, pero baste con citar una nota a pie de página de Mª Teresa para entender su propia actitud ante esta edición. En esta nota me advertía: "Este pequeño libro no es para leerlo de un tirón, sino para leer cada día una frase y pensar en ella. Sólo así puede resultar optimista, positivo y lleno de fuerza. Si se lee de un tirón, resultará como una copiosa comida: indigesta".

No he hablado del sentido del humor de mi madre, de esa forma paradigmática de concebir la esperanza, pero creo que algunas pinceladas de éste, se escurren traviesamente entre sus sentencias. En realidad en mi familia el sentido del humor es una especie de código ontológico que no prescribe ni caduca por muy trágica que sea la realidad. Al fin y al cabo ese humor es siempre otra forma de amor, otra bondad que nos hace particularmente humanos a quienes la padecemos y hacemos padecer.

Como puede comprender el lector, no puedo sustraerme al cariño y al afecto que prodigo a mi madre. No me fiaría de quién no lo hiciese así. Pues no estoy hablando de un emérito escritor, sino de una mujer madura que madura en su existencia, y es por ende mi madre, un ser querido y en el que de alguna manera nos hemos formado. De tal palo tal astilla. No en balde mi madre nos enseñó a comer, andar, hablar y soñar, es decir, a sobrevivir, pero sobre todo, a ser felices y hacer feliz a quienes bien se deje.

Y en ese amor hemos crecido y crecemos. El mismo que de puño y letra de mi madre cierra este libro y está inscrito sobre la lápida de mi padre: "La vida no merece la pena vivirla si no dejas un rastro de amor a su paso". Quizá, por casualidades del destino, sea esta proclama a la vida, este alegato contra la muerte, fiel insignia del aquél lema de mi padre que tanto gustaba repetir:"La muerte menos temida da más vida", y más allá todavía, es, el fruto del conocimiento que alguna vez encontré en mis lecturas de las Upanisads: "Quienes lo conocen con el corazón o con la mente como situado en el corazón, esos se vuelven inmortales".

6 de Enero de 1999

(Prólogo al libro de mi madre)

mis cosas favoritas


París sobre una taza de café, verano de 2006


observar gatos, leer poemas en voz alta, lanzar piedras sobre la superficie del agua, comer chocolate en cualquier forma y a cualquier hora, escuchar a Van Morrison por carreteras secundarias, los juegos del amor en la eternidad del amanecer, todo Picasso, el vino tinto con queso de la sobremesa, los amigos estén donde estén, el olor a café recién hecho, nadar contracorriente, Johann Sebastian Bach, los restaurantes italianos, los ojos de un niño tras el cristal de un tren en marcha, los días de lluvia, "El filo de la navaja" de W. Somerset Maughan, pisar la nieve descalzo, las motocicletas antiguas, todo Cortázar, el pan de pueblo, regar las plantas con el vaso de brindar, las canciones románticas de Burt Bacharach, la respiración en la cima de las montañas, una carta en el buzón, las viejas máquinas de escribir, María Callas en Turandot o Madame Butterfly, el sonido de las olas, las chaquetas de piel, encender velas en el baño, los club de jazz, regalar flores, largos viajes por carretera, bailar cuando estoy sólo en casa, las tardes de circo con mis hijos, jugar al maiong, la caja de especias que guardo en la cocina, "Walk on the wilde side" de Lou Reed, pasear junto al río al atardecer, los personajes de Sam Shephard, el color azul del planeta, desayunar pescaito frito y vino blanco sin haber dormindo al sur de algún sur, la última escena de "Los Puentes de Madisson", el erotismo de un poema inteligente, dormir a cielo abierto, visitar las lonjas de pescado temprano al amanecer, la mirada de Audrey Hepburn, los viejos anarquistas, recoger piedras del fondo de los ríos, la memoria del último beso, las películas mexicanas de Buñuel, la sal del mar en los labios, andar sin rumbo fijo por ciudades que no conozco, las mujeres de Modigliani, cualquier poema de Jacques Prevert, el sonido del tren, mi madre en una mecedora sonriendo, una flor de loto en el estanque, los ojos de los mineros al salir del pozo, buscar palabras en los diccionarios, el olor a manzana en la ropa de cama, los proverbios chinos, Albert Camus, el viejo tranvía verde regresando a casa en Valencia cuando pasaba entre los campos de naranjos, mis viejas y desgastadas botas camperas, conversar sentado en los escalones de la puerta durante las tardes de verano, la fotografía de mi hijo en los brazos de mi padre, un pendiente sin pareja, un original sin copia, el sabor de unos labios que nunca olvido, el más sincero te quiero..... la vida que se me ha hecho de pronto más bella contigo dentro, y ese brillo que tienen ahora mis ojos cuando me miro en el espejo de tu mirada.....

lunes, 14 de enero de 2008

la abuela vuela


Mi abuela Lola en el aeródromo de Los Alcázares (Cartagena) el día de su primer vuelo en 1916. Da vértigo pensar en la fecha.

érase una vez edita

DIAGONAL
Número 51.
29 mar - 11 abr 2007
Culturas Libros

ENCUENTRO DE EDITORES INDEPENDIENTES EDITA 07

“El problema no es que se edite mucho, es que no se lee lo que se edita”



ALBERTO GARCÍA-TERESA
Ante el próximo EDITA 07, XIX Encuentro de Editores Independientes, que se celebra del 27 al 30 de abril en Punta Umbría (Huelva), charlamos con su organizador, Uberto Stabile, sobre la situación editorial actual, la cultura y el mercado.

DIAGONAL: ¿Qué son los encuentros EDITA?

UBERTO STABILE: EDITA es un escaparate singular de la edición independiente en España y otros países, especialmente latinoamericanos, donde se dan cita las publicaciones de carácter cultural que por su filosofía o estética no encajan en los circuitos convencionales.

Pero más allá de su propia morfología son un espacio de libertad, de resistencia frente al pensamiento único y a una idea estrictamente comercial y monolítica de la cultura. EDITA es también una plataforma donde se diseñan proyectos de distribución, difusión y edición alternativa. Es una forma de entender la cultura desde los principios de la cooperación y la solidaridad, en contraposición a la mercadotecnia que rige en las grandes empresas editoriales.

D.: Resistir desde la edición independiente a los grandes grupos editoriales, con sus medios de comunicación y su fuerza comercial puede parecer algo numantino, ¿no?

U. S.: En realidad, la resistencia es un concepto referencial. La edición independiente utiliza canales de distribución y venta muy acordes a su propia naturaleza, así que más que una resistencia numantina frente al mercado se trata de un concepto alternativo al mismo mercado, por ello es improbable que alguna vez entren en competencia. Lejos de la concentración empresarial que los mercados convencionales buscan, y que garantiza el monopolio y hegemonía del mismo, la edición alternativa se plantea desde la bibliodiversidad, como principio de riqueza y desarrollo basado en la pluralidad.

Ni los fines ni los medios son los mismos. En este sentido la competencia es imposible, no así el conflicto al plantear dos modelos antagónicos de entender el desarrollo.

D.: Creo que es muy sintomático que estos grupos tengan expertos en márketing como directores editoriales en vez de editores tradicionales...

U. S.: La evolución del concepto de cultura en una sociedad de libre mercado ha convertido los libros en una simple mercancía, en una industria más, sin atender a otro tipo de principios ni valores. Así el libro dentro de las medianas y grandes empresas editoriales es un mero objeto susceptible de uso mientras sea rentable y desechable, o reemplazable cuando deja de serlo. Autores, generaciones, éxitos y tendencias se fabrican con el único fin de garantizar la competencia y el control de los mercados. El problema no es que se edite mucho, el problema es que no se lee lo que se edita.

Además debemos entender que en las últimas décadas se ha desarrollado una tendencia editorial que facilita este proceso de autismo cultural. En paralelo a cuanto sucede en la televisión, los libros y prensa basura se extienden como una especie de virus que desactiva nuestra capacidad crítica individual y la conciencia crítica colectiva. El adocenamiento que la intelectualidad rinde al mercado es extremadamente peligroso, y es en definitiva el caldo de cultivo del cual se nutre el pensamiento único.

Círculos envenenados


D.: ¿Puede salirse del círculo envenenado de distribución-venta de ‘grandes superficies- mesas de novedades-edición constante de nuevos títulos’?

U. S: La actual industria editorial tiene muy poco que ver con los principios que dieron origen a una de las mayores revoluciones culturales, la aparición del libro. Esta forma de conservar el saber y el conocimiento, al igual que los métodos para mantener y conservar los alimentos, son la base sobre la cual se han desarrollado las mayores civilizaciones del planeta. La actual banalización de cuanto antes era sagrado es una paradoja de nuestra sociedad llamada del conocimiento. La desaparición de las pequeñas librerías, donde el librero era una suerte de confidente, asesor y orientador, ha dado paso a la gran superficie comercial, donde los conceptos de calidad y selección vienen ya envasados desde los despachos de márketing de las propias editoriales. Éstas, con sus propios y agresivos servicios de distribución y la implantación del sistema de novedades en detrimento del sistema de depósito, han dado al traste con las pequeñas librerías que se han visto en poco tiempo descapitalizadas y obsoletas para resistir unas ofertas y una promoción mediática más propias de la industria del automóvil que de la añeja y muy noble profesión del libro.

En la actualidad, tan sólo algunas heroicas librerías e internet dan luz a un escaparate mucho más plural y rico en matices que garantiza la supervivencia de gran cantidad de pequeños editores. En esta línea de acción, desde EDITA estamos proponiendo una red de espacios y librerías abiertas a la pequeña edición que hemos denominado “el corredor alternativo”.

Mercancía y cultura

D.: Cuando el libro es sólo mercancía y dividendo, ¿qué queda de su naturaleza cultural?

U. S.: Un libro nunca deja de ser un libro, pero si éste ya en su génesis está escrito y diseñado para los escaparates empieza a perder parte del carácter cultural que debe presidir la naturaleza de toda obra literaria o científica.

D.: Apostar por la cooperación, las redes y el intercambio en un medio capitalista y competitivo puede resultar paradójico, ¿no?

U. S.: Más que paradójico pudiera parecer utópico, pero lo cierto es que para muchos editores, escritores y lectores, es al mismo tiempo una necesidad y una ilusión: la de construir un modelo de sociedad y de cultura más plural y participativa, más libre, más justa. En definitiva, más rica en matices.

Apostamos por un modelo de cultura democrática que nada tiene que ver con el sistema piramidal al que nos tienen acostumbrados los críticos y publicistas que trabajan para las grandes empresas editoriales.

“FORJAR LECTORES CRÍTICOS”

D: ¿Qué puede ofrecer un editor independiente, con sus carencias, frente a los grandes grupos empresariales?

U. S.: Depende lo que entendamos por carencias, y depende desde qué posición lo entendamos. En un plano convencional es evidente que un editor independiente carece de los recursos económicos y estructuras adecuadas para desarrollar un proyecto a imagen y semejanza de las editoriales de mercado, pero también es cierto que los fines y la idea de mercado son conceptos muy diferentes en ambos. Existe una cierta filantropía en el editor independiente que no existe en el otro y de aquí surge una diferencia básica: el editor independiente prima la idea frente al beneficio económico, mientras que el convencional sólo asume el riesgo cuando la ganancia está ya garantizada. De esta forma se entenderá que el editor convencional sea más proclive a crear un modelo de lector pasivo y complaciente, mientras que el independiente intenta forjar lectores críticos o políticamente incorrectos.

sábado, 12 de enero de 2008

maldita sea la poesía


La foto de este músico callejero la tomé en San Miguel de Allende, estado de Guanajuato (México) en octubre de 2005, un lugar tranquilo, de gente amable y alegre, donde gringos poco convencionales se retiran a disfrutar del tequila, el chile, las chelas (cervezas) y los nopales. Aquí murió Neal Cassady, más conocido como Dean Moriarty en la mítica novela "En el camino" de Jack Kerouac. La ciudad con un marcado aire colonial rezuma música por sus cuatro costados, ya sea en clubs, cantinas o en la mera calle. Tiene un encanto especial y sigue siendo una de las ciudades que más me atraen de toda la República.