sábado, 3 de enero de 2009

adiós habana


al igual que a mi llegada el día que salí de cuba llovía, esa lluvia fina que cala el alma y envuelve todo en una atmósfera especial y melancólica. los domingos los museos cierran, asi que fuí a pasear bajo la lluvia, a despedirme de una ciudad que me había cautivado irremediablemente y a la cual regresaré algún día, para comprobar que más allá de los bloqueos y las censuras los cubanos conocen muy bien el sabor de los sueños.

bajé hasta el malecón mientras una música lejana me recordaba la intensidad con la que se funde en esta isla de corazón mulato el arte con la misma vida. paseaba indiferente a la lluvia y a los viejos automóviles que circulaban por el malecón. había un grupo de muchachos jugando al futbol bajo el agua, frente a las puertas cerradas del museo de la revolución, las casas tenían ropa tendida en los balcones y en el rellano de los portales las niñas entre risas y picardías me pedían dólares y caramelos. la embajada de españa seguía cerrada y completamente empapada en su privilegiado mirador frente al morro.

recordaba el piano de roberto fonseca, las conversaciones con mis amigos escritores, el sabor de una alegría que flota silenciosa en el ambiente hostil, desfilaban por mi mente todas las sonrisas que había coleccionado en una ciudad a la que te entregas o te atrapa y entendí que ya estaba perdido, justo en el corazón de la habana, perdido como un perro sin dueño que durante horas me siguió mientras deambulaba sin dirección por aquellas calles de sombra y melancolía.

en el avión recliné mi cabeza intentando olvidar lo difícil que resulta salir de cuba y las nueve horas de vuelo que tenía por delante. pero por más que lo intentaba no lo conseguía, esa música, esa música me había calado el alma....
"sombra que me va siguiendo los pasos por el camino mio,
sombra que usted ve atada a mis pies siguiendo mi destino..."