lunes, 16 de febrero de 2009

dibujos al carbón de la flor y la abeja para amy

en 1994 edité el primer número de la revista de poesía aullido, a lo largo de estos quince años la revista ha salido sin periodicidad alguna, cuando y como bien ha podido. en 2007 amplié el proyecto editorial y abrí una pequeña colección de poesía y relatos: aullido libros, en la que he continuado editando la obra de autores mexicanos actuales, hasta la fecha se han publicado obras de margarito cuéllar, dante medina, omar pimienta, will rodriguez y jose ángel leyva.



Dante Medina: Dibujos al carbón de la flor y la abeja para Amy

Aullido Libros, Punta Umbría, 2007. 52 págs.

Por Alberto García-Teresa

Utilizando de manera totalizadora formas paralelísticas, los poemas llaman la atención por el juego continuo con la estructura, que dispone y resitúa de manera constante a los personajes (la flor y la abeja de un jardín; sujetos de una encadenada serie de hechos apuntados de manera esencialista), sus acciones, sus descripciones y los propios juegos retóricos. Se trata de piezas muy breves, de organización sencilla y simple, repetitiva, que logran construir una cadencia fluida y acogedora.
Dante Medina ha tenido la habilidad, en ese sentido, de ofrecer un poemario de indisoluble (no funciona, de hecho, ningún poema fuera del contexto de la obra más que como apunte, como imagen poderosa, como aforismo) pero que parece no ser capaz de concluir nunca, pues sus vueltas y revueltas dan la impresión de pretender dirigirse hacia el infinito.
En esta pareja, en la flor y la abeja, se recogen todos los seres vivos. El poeta plasma, con notable lirismo, la relación entre ambos, los sentimientos que despiertan y, finalmente, la capacidad de todo ello. De este modo, la obra posee una estructura discursiva constituida por una imaginería de gran lirismo, de componentes puramente de un Romanticismo controlado (naturaleza cercana, dulce y agradable: las propias flores y abejas, la miel, la Luna...).
Su riqueza se inaugura con el desconcierto inicial, pasa por la ambigüedad y se detiene en la determinación de la pluralidad de senderos que despliega. Medina no reduce su cosmovisión a una dicotomía, sino que aborda presupuestos plenamente taoístas de imágenes poderosas ("una flor / es / una abeja / que no se atreve / a volar"). Empleando un tono cercano a la fábula, el autor configura una reinterpretación del mundo desde dos perspectivas complementarias que se necesitan entre sí. Así, Medina ataca la visión exclusivista y hegemónica de la realidad por parte de una cultura o una ideología, y, al mismo tiempo, celebra las posibilidades de la fusión intercultural.
De igual manera, expone la irremediable necesidad de la empatía, de la alteridad. Sin ponerse en la situación del Otro (ese Otro que quizá más adelante nos resulte imprescindible en nuestra supervivencia o en nuestra felicidad) no se puede salir del pensamiento reduccionista.
Nadie renuncia a su condición, pero tener constancia del Otro ya pone de manifiesto potencialidades y permite cuestionarse cada particularidad.
Finalmente, la obra expresa el triunfo del amor sobre la xenofobia, pues en las diferencias, en su posibilidad de enriquecimiento, radica la clave de cualquier relación humana. De hecho, no en vano, el poeta demuestra una gran habilidad para expresar ternura o, incluso, erotismo.
Por todo ello, se puede concluir que es una obra que ofrece una lectura reconfortante, de excepcional riqueza dada su sencillez y brevedad, realizada con gran habilidad y sabiduría.