miércoles, 20 de mayo de 2009

que el fuego recuerde nuestros nombres


el autobus mágico con neal cassady al volante

“que el fuego recuerde nuestros nombres” es un evocativo e intenso poema escrito a la manera de un mantra sánscrito por antonio orihuela (moguer 1965) una de la voces más destacadas de la llamada poesía de la conciencia, en donde realiza un particular ejercicio de liberación y despedida, rememorando y enumerando uno a uno todos aquellos iconos y referencias generacionales que le han rodeado desde su propio nacimiento hasta el año de su escritura.

a lo largo de 490 versos, el extenso poema de antonio orihuela es una suerte de epitafio o epílogo a los sueños y utopías que han marcado el pensamiento y la estética de los últimos 40 años, un puente entre la mística oriental y las revoluciones occidentales de la segunda mitad del siglo veinte. el poema fluye como una melodía in crescendo, a medio camino entre la progresión de acordes y frases propios del blues y las oraciones devocionales tibetanas. en su larga letanía antonio recompone un mapa sentimental e ideológico que partiendo de los grandes artífices de la revolución psicodélica y psicotrópica de los años '60, como timothy leary, owsley, abbie hoffman, ken kesey, merry pranksters, y pasando por los padres de la generación beat, allen ginsberg, jack kerouac, neal cassady, entronca con la música rock, los movimientos pacifistas y el pensamiento libertario que anudó las viejas corrientes anarquistas con la filosofía zen, la defensa de la naturaleza y la revolución sexual.

en su recorrido el poema combina, con acentos y referencias personales e íntimas, las fechas más destacadas de la segunda mitad del pasado siglo, así por cuanto de trágico y apocalíptico hubo en ellas, como por su posterior influencia en el devenir de los acontecimientos históricos: la guerra de vietnam, el asesinato de carrero blanco, el bombardeo del palacio de la moneda, el escape nuclear de chernobyl, la irrupción del sida o la guerra de irak entre otros.

el tono del poema es una vaivén de experiencias emocionales que van desde la amarga decepción de las revoluciones fallidas hasta el tono elegíaco de toda despedida, en cuyo fin se puede reconocer su propio principio. pero el libro de orihuela es ante todo un solemne ejercicio de misericordia y tributo, un canto personal a la vida como proceso de conocimiento no exento de rabia y desolación. la galería de personajes históricos que pueblan el texto son una extensa nómina de celebridades de uno y otro signo cuya presencia articula el carácter situacionista del discurso y amplia así la percepción dramática y elegíaca del poema.

antonio orihuela nació en moguer, en el mismo pueblo que nació juan ramón jiménez, el poeta andaluz que otorgó carta de identidad a la poesía contemporánea con su poema “espacio”. orihuela además de nutrirse muy probablemente de la inteligente lectura de “espacio”, es un excelente catalizador de otras corrientes y poemas que han sido, como lo es ahora el suyo, referencia obligada para toda una generación. el poema de antonio orihuela golpea - como en su día lo hizo mi idolatrado “aullido” de allen ginsberg- sobre nuestras conciencias y sensibilidades. “que el fuego recuerde nuestros nombres” es una ráfaga de luz que cruza la noche de la historia, un adiós sin tregua ni destino, y al mismo tiempo un entrañable guiño a la necesidad de lo próximo, a la complicidad de los ideales sin etiquetas ni precios, a la urgencia de otros mundos posibles.